Para Shanti, mi flor californiana
Nadie me reveló el encanto de tus flores,
California,
las que escondes al costado de nuestro gran océano,
nunca se anunciaron en algún programa o noticiero.
Tan hermosas y con un olor sin nombre
que de inmediato quise adornaran el rostro del amor.
Tampoco me dijeron que las encontraría pronto
junto a hierbas comestibles,
cactus nuestros,
sobreviviendo al holocausto del inicio
el que arrasó a mis ancestros,
la curva de los ríos y a los pinos de viento
para que luego aparecieran rieles,
la arquitectura de aquellos rascacielos,
la exactitud de varias autopistas que atrapan a Los Ángeles.
Estaban bajo el último cielo
silvestres todavía,
infantes girasoles, romeros seductores,
mostazas infinitas, margaritas de novia,
California puppies
yerbas santas, lilas tensas, los claveles del indio,
malvas y caléndulas
enlazadas con lirios y violetas como en solidaridad,
protegiéndose de los furiosos pasos
y sospechando que, sin la gracia que aún poseen,
podrían fácilmente ser aniquiladas.
Flores que tampoco aparecen
en los mapas de las gasolineras
ni en los navegadores digitales,
pétalos que debemos buscar
ya sea porque nuestra intuición lo exige
o porque la amorosa voz que me acompaña
se convierte en un guía
que me lleva hacia el descubrimiento:
Las acerco hacia mi cabellera
las atrapo con el lienzo de un abrazo
las protejo de nuevas construcciones
de residencias de lujo, gaseoductos,
shopping centers y puestos de fast good
y las transplanto al edén de mi memoria,
las siembro, aquí, en mi poema
o en un patio seguro
por si acaso,
mañana,
volviera de nuevo el holocausto...
Del poemario Los días primigenios de próxima publicación impresa.
Editorial Giraluna, Caracas, Venezuela.