Para Joaquín
I
Que si por qué ahora estoy adivinando
desde las antenas el último vuelo del gorrión
y el juego navideño se esfuma en la banqueta.
Por qué estoy asfixiado en la oficina
planeando borracheras en el bar de la esquina
y ya no busco más
la cueva de la liebre que fue nuestra.
Por qué el hule de la resortera
se pudre en el charco de la última lluvia
y la hierba seca ya nunca reverdece.
Por qué la fruta silvestre
no sacia nuestra hambre de niño
y la bala del rifle provoca más coraje
cuando intentan matar la tortolita.
II
Ya mi madre
no canta su sonrisa al ver nuestro regreso
repleto de trofeos en las bolsas delanteras.
No ordena la traída de naranjas
ni el dátil callejero
ni muestra curiosidad con la mojarra del riachuelo.
Las vagancias hasta el atardecer con la Natura
dejaron de heredarse
y ahora los infantes salpican los deditos en cientos de botones.
Pleitos con terrones,
topos escabulléndose
y pelotas besando el aire en el llano sin las bardas,
se esfumaron insultados por el duro chapopote.
El agua del monzón no escarba la arena de la calle
y se acabaron las luchas con lodos y cubetas.
III
Yo vi aquel humeante amanecer
cuando el mezquite se hincó
vencido por el hierro de una «caterpillar»
y al guamúchil que gemía su sangre vidriosa
pidiendo subsistir ante el aceite.
Los bulevares asesinaron espinas,
matorrales y quelites que dormitaban
ansiando nuestra espera en las tardes del desierto.
Ya no me levanto ni escapo de la escuela
para buscar cachoras y mirar sus cuellos palpitar,
ni salvo a la rana tragada por la víbora.
Las huellas de carretas
y triciclos se cubrieron de asfalto,
el papalote no pregunta nada al cielo sucio
y el arroyo ha sido fusilado
por unos ingenieros y gente de comercio.
La infancia reprimida agonizó
bajo dompes, grúas, pipas
y hoy los autos transportan más debilidad hacia las flores.
IV
Yo fui una simple célula
de aquellos siempre niños protegiendo
a los conejos detrás de sus hogares destruidos,
fui a rescatar palomas desplumadas,
chanates tuertos,
un camaleón sin cola
y disequé a la víbora cuando aquella destrucción.
Soy de esos de infancia recortada
que ahora busca montes en otras lejanías,
se hace amigo de los que ya no encuentran tierra
y temen sucumbir bajo el concreto.
Nosotros somos ahora
los que buscamos en el amanecer sin humo
a lagartijas muertas queriendo hacer sus pechos palpitar,
los que dejamos las tortugas en el mar,
quitamos el veneno de un pichón,
sacamos la munición de los venados
y bajamos de nuestras construcciones
para darnos más oxígeno
sin olvidar jamás
los besos amarillos
del liso palo verde
que agonizó en mi casa…
Del poemario Poecrónica en las urbes. Proyecto Editorial Los Zopilotes, 2015. Antigua Guatemala,
Guatemala: Edición artesanal. Más información en este mismo portal:
http://manuelmurrietasaldivar.com/libros/poecronica_en_las_urbes.html
*Obligatorio