"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

APOCALIPSIS EN CASA - 11.09.2020

Por Manuel Murrieta Saldívar
[Hermosillo, Sonora, México]

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Apocalipsis en casa
  • Para Joaquín

    I

    Que si por qué ahora estoy adivinando
    desde las antenas el último vuelo del gorrión
    y el juego navideño se esfuma en la banqueta.

    Por qué estoy asfixiado en la oficina
    planeando borracheras en el bar de la esquina 
    y ya no busco más
    la cueva de la liebre que fue nuestra.

    Por qué el hule de la resortera
    se pudre en el charco de la última lluvia
    y la hierba seca ya nunca reverdece. 

    Por qué la fruta silvestre
    no sacia nuestra hambre de niño 
    y la bala del rifle provoca más coraje
    cuando intentan matar la tortolita.

    II

    Ya mi madre
    no canta su sonrisa al ver nuestro regreso 
    repleto de trofeos en las bolsas delanteras.

    No ordena la traída de naranjas
    ni el dátil callejero
    ni muestra curiosidad con la mojarra del riachuelo.

    Las vagancias hasta el atardecer con la Natura
    dejaron de heredarse
    y ahora los infantes salpican los deditos en cientos de botones.

    Pleitos con terrones,
    topos escabulléndose
    y pelotas besando el aire en el llano sin las bardas,
    se esfumaron insultados por el duro chapopote. 
    El agua del monzón no escarba la arena de la calle
    y se acabaron las luchas con lodos y cubetas.

    III     

    Yo vi aquel humeante amanecer
    cuando el mezquite se hincó
    vencido por el hierro de una «caterpillar»
    y al guamúchil que gemía su sangre vidriosa
    pidiendo subsistir ante el aceite.

    Los bulevares asesinaron espinas, 
    matorrales y quelites que dormitaban
    ansiando nuestra espera en las tardes del desierto. 

    Ya no me levanto ni escapo de la escuela
    para buscar cachoras y mirar sus cuellos palpitar,
    ni salvo a la rana tragada por la víbora.

    Las huellas de carretas
    y triciclos se cubrieron de asfalto,
    el papalote no pregunta nada al cielo sucio
    y el arroyo ha sido fusilado
    por unos ingenieros y gente de comercio.

    La infancia reprimida agonizó
    bajo dompes, grúas, pipas
    y hoy los autos transportan más debilidad hacia las flores.

    IV

    Yo fui una simple célula
    de aquellos siempre niños protegiendo
    a los conejos detrás de sus hogares destruidos,
    fui a rescatar palomas desplumadas,
    chanates tuertos,
    un camaleón sin cola
    y disequé a la víbora cuando aquella destrucción.

    Soy de esos de infancia recortada
    que ahora busca montes en otras lejanías,
    se hace amigo de los que ya no encuentran tierra
    y temen sucumbir bajo el concreto. 

    Nosotros somos ahora
    los que buscamos en el amanecer sin humo
    a lagartijas muertas queriendo hacer sus pechos palpitar,

    los que dejamos las tortugas en el mar, 
    quitamos el veneno de un pichón,
    sacamos la munición de los venados

    y bajamos de nuestras construcciones
    para darnos más oxígeno
    sin olvidar jamás
    los besos amarillos
    del liso palo verde
    que agonizó en mi casa…

    Del poemario Poecrónica en las urbes. Proyecto Editorial Los Zopilotes, 2015. Antigua Guatemala,
    Guatemala: Edición artesanal. Más información en este mismo portal:
    http://manuelmurrietasaldivar.com/libros/poecronica_en_las_urbes.html

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