Hay algo de la nieve que fascina...
será porque nos cubre con su lienzo de nube
—a veces sin dañarnos—
o porque ataca en dentadas de hielo.
Hay algo de la nieve que desliza,
va como densa humedad,
suave después buscando la salida
a veces es el agua
la piedra que se esculpe.
La he visto desde lejos
alguna vez un tanto prohibida
por esos arenales del desierto
o por la estupidez de las fronteras.
Pero la veo aquí, allá,
en las montañas sacras y extranjeras,
pareciendo imposible.
La descubrí así dejándome enterrar
con esa compostura de escarcha refinada,
muy tersa entre mis manos
coqueteaba,
esquivándola
pero a la vez intimidándome
en un estado hipnótico de blanca lucidez.
Hay algo de la nieve que enamora
hasta envolverme en ella
y acabo dominado por su pureza límpida,
—avalancha de luna, esperanza acuosa—
derretida en esos arroyuelos
por donde voy feliz
hacia los ríos gigantes
transfigurado en gotas
y mares que aún me purifican...
Del poemario Los días primigenios de próxima publicación impresa.
Editorial Giraluna, Caracas, Venezuela.