Esperaba
el advenimiento
de un aire filoso
desde cierta
ruta prehistórica
o veloz bulevard
y también esperaba
el agua en hielos
de ese lago
enorme y ancestral,
mas sin embargo
vino hacia mí
la habitación
sin mujer ni amantes
de un hotel económico
sin nombre,
la invasión
de un borracho
ofreciendo la sonrisa
de un hot dog nocturno
en un centro luminoso
de año nuevo
y, al final,
encontré
la sorpresa radiante
de un museo
a reventar
de cuadros clásicos
y etéreos
¿o eternos?
que jamás
imaginé tenerlos
frente a mí
a centímetros
ni siquiera
en mis pesadillas
más ingenuas
ni en mis secretas
ambiciones
que incomodaron
a mi traviesa
infancia mexicana …