Cada vez que llega algún eclipse
aparece tu sombra moviéndose en la casa,
el día en que se acabó el sol así,
en un instante,
como te fuiste tú dejándome sin luz…
También recuerdo el regreso milenario de un cometa,
quizá dos,
tus ojos impresionados
mirando arriba esa estela de gases tan brillante
pero que, sin embargo,
no logró detenerte aquí conmigo.
De las lunas y estrellas cotidianas,
tan comunes en el Sur,
no evocaré nada sorprendente,
salvo que las dejaste de contemplar
cuando partió tu infancia
hacia las realidades crueles
que fueron creciendo con los años.
Tampoco diré nada
de esos cielos que aún están aquí,
que a veces nos envolvían con risas y acurrucos,
cielos que nunca prometí los bajaría para ti…
Es que una tierra desconocida te atrapó,
sobre todo en el Norte,
y mi error fue no advertírtelo desde antes,
en esos tiempos precisos que suelen escaparse,
no te previne, pues, que existen fuerzas que arrastran
que no perdonan,
que no saben de eclipses, estrellas o cometas
mucho menos de hijas como tú,
mi pequeña de siempre,
que hoy caminas sin mí, quizá sin cielos,
dejándome en la nada, abajo, entre las sombras…
Keyes, California, marzo 2023