"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

El General Obregón, poeta revolucionario en Arizona - 03.12.2021

Por Manuel Murrieta Saldívar

Compartir en:

Página del libro Mi letra no es en inglés donde se encuentra el poema e información de lo que aquí se analiza. (Del archivo personal del autor)
Imagen: Página del libro Mi letra no es en inglés donde se encuentra el poema e información de lo que aquí se analiza. (Del archivo personal del autor).

  • El poema de Álvaro Obregón publicado en El Tucsonense plantea que la muerte es democrática, iguala al “monarca y al mendigo”, protestando así contra la dictadura porfiriana. Obregón propone en sus versos un mundo espiritual donde “todo es igual”, donde los “distintos linajes” “juntos se pasean”. Y si la igualdad se puede concebir en el plano espiritual, entonces hay que luchar por ella para construirla en el terrenal, exactamente como lo hacen los poetas románticos con sus misiones heroicas. Es significativo que en el mismo año de escribir este poema, Obregón ingresa de lleno a la lucha revolucionaria…



    Fundado en 1915, el periódico El Tucsonense, publicado en español en Arizona, no tuvo oportunidad de celebrar el centenario del inicio de la independencia de México de 1810. Seguramente lo hubiese hecho, a juzgar por la cantidad de reportajes, artículos y poesía de corte patriótico mexicano publicados hasta su desaparición en 1957 (Murrieta 9-10). Este periódico, hasta hoy uno de los de más larga duración en la zona de frontera, fue creado por Francisco S. Moreno, nacido en Hermosillo (en 1877) quien a los 12 años de edad emigra y se establece en Tucson (Murrieta 10). Este nexo con el espacio familiar sonorense, como lo tenían muchos lectores en Arizona, es factor para que la publicación esté al tanto de los acontecimientos que suceden al sur de la frontera e influye para publicar contenidos regionalistas y nacionalistas.

    Sí pudo conmemorar, en cambio, otra fecha patriótica clave: el centenario de la consumación de la independencia de México en 1921. La magnitud de los festejos y el fuerte sentimiento mexicanista, se proyectan en la edición de septiembre de ese año: publica un suplemento especial que resume la importancia del suceso, incluye poemas y biografías de los héroes patrios y aprovecha la fecha para informar sobre la historia del periódico y del Tucson hispano-mexicano. Además, a plana entera, honra a la reina del centenario, la señorita Rosaura Carrillo, a quien le reproduce su foto enmarcada con adornos ensoñadores. Y debajo de este conjunto le dedica un "Himno a la Reina de las fiestas del Centenario", escrito por un poeta tucsonense, Salvador E. Portillo, inspirado en el romanticismo y los destellos modernistas. En prosa poética canta:

    ¡REINA NUESTRA!
    Somos campesinos de la vida, que venimos en alegre romería, de lejos, las
    manos llenas de rosas y laureles para tender una alfombra multicolor y odorante
    a tus piés [sic]. ¡Paso a la Primavera engalanada con su ropaje de céspedes y de flores!
    ¡Gloria a tu Alteza! Tres veces hurra a la vida que derrama sus mieles en los cálices de oro y terciopelo (El Tucsonense, 15 de septiembre 1921, sección especial, p.3).

    Y así continúa entre la brillantez “rubendariana”, flores de luz, mantos de violetas, cintas de plata y nácar, todo para hacer que “Tucson esté de gala”. Este desplazamiento periodístico y literario, expresa el grado de compromiso, capacidad organizativa y de participación de la comunidad mexicana de Arizona a fin de que la conmemoración de 1921 resulte grandilocuente. Es también un mensaje para hermanarse con los festejos en México, no importa que se anteponga la frontera y que se viva en suelo norteamericano. La ocasión lo merece, hay que reforzar identidad y consignarla pomposamente en el periódico.

    Pero además, a El Tucsonense le toca ser un privilegiado de la historia: es testigo de las secuelas bélicas y políticas de la revolución mexicana iniciada en 1910. Sigue entonces con especial atención, no sin temor, los movimientos de los caudillos revolucionarios, sus escaramuzas por el norte e ingresos hacia territorio norteamericano—recuérdese a Pancho Villa invadiendo Columbus, Nuevo México, en 1916.
    De esta manera, es impactante el reportaje de la llegada de Álvaro Obregón a Tucson, publicado el 9 de octubre de 1920. Hace una cobertura a plana entera, incluye múltiples fotografías y encabezados a ocho columnas—“Obregón llega hoy a Tucson”. Ha transcurrido sólo un mes de que el general manco ha sido elegido presidente de México, resultado del Plan de Agua Prieta que desconoció a Venustiano Carranza, de ahí la trascendencia de la noticia.
    Sin embargo, resulta aún más sorprendente que los editores aprovechen la coyuntura para desarrollar un periodismo de tipo cultural y literario con temáticas relacionadas con el movimiento revolucionario. En páginas especiales o incrustados en recuadros al interior, esta narrativa y poesía refleja el sentir colectivo del momento: “y contemplando hoy, Patria, tus dolores,/Y pensando en tu gloria y tu belleza,/Crece, con la nostalgia y la tristeza,/Tu amor, ¡que es el amor de los amores! (El Tucsonense, 15 febrero 1919, p.5). En efecto, es la nostalgia del destierro, en uno de los mayores éxodos de mexicanos hacia Estados Unidos producto de la violencia generalizada y que el periódico consigna sobre todo en poesía.
    De igual forma, reproduce las inspiraciones literarias de los protagonistas revolucionarios, práctica común de las publicaciones fronterizas de la época cuyo estrellato, en definitiva, lo obtiene el periódico El Paso del Norte, de El Paso, Texas: en 1916 publica por entregas la novela Los de abajo de Mariano Azuela, obra que transforma las letras mexicanas y crea el género de la narrativa de la revolución.
    El Tucsonense no alcanza tal magnitud, pero sí logra una primicia y registro literario de impacto: publica íntegramente el único poema que se le adjudica al general Obregón. Así, pues, no sólo importó cubrir su avance triunfal hasta asumir la presidencia en la ciudad de México en diciembre de 1920—dos meses después de visitar Tucson; no sólo interesó informar de su asesinato en 1926, sino también son trascendentes los versos del huatabampense, “Fuegos fatuos”, con esta introducción:

    OBREGÓN TAMBIÉN ERA TOCADO POR LAS MUSAS
    En nuestra edición pasada, en el artículo de "La recepción a Obregón en
    la Otra vida", viene el fragmento de unos versos que en un álbum del "Real Club
    España", escribió el mismo General, allá en la ciudad de México. Ahora, insertamos
    toda la composición, tal como la escribiera el ahora ya eterno ausente de la vida, que
    en esos versos habló si no muy poética, si ingenuamente.

    Y después reproduce el poema como lo muestro a continuación, tratando de respetar su diseño y redacción original, tal y como se publicó:

    FUEGOS FATUOS
    Cuando el alma del cuerpo se
    (desprende
    y en el espacio asciende,
    las bóvedas celestes escalando,
    las almas de otros mundos interroga
    y con ellas dialoga,
    para volver al cuerpo sollozando:
    sí, sollozando al ver de la materia
    la asquerosa miseria,
    con que la humanidad en su que-
    (branto
    arrastra tanta vanidad sin fruto,
    olvidando el tributo
    que tiene que rendir al camposanto.
    X X X
    Allí donde el "monarca y el men-
    (digo"
    uno de otro es amigo;
    donde se acaban vanidad y encono
    allí donde se junta al opulento
    el haraposo hambriento
    para dar a la tierra el mismo abono.
    X X X
    Allí todo es igual; ya en el Calva-
    (rio;
    y aunque distintos sus linajes sean
    de hombres, mujeres, viejos y criatu-
    (ras
    en las noches obscuras
    los fuegos fatuos juntos se pasean.


    7 DE AGOSTO DE 1928. ALVARO OBREGÓN. (El Tucsonense, 7 de agosto 1928 p.4)

    El periódico no ofrece más datos, aunque se considera que fue escrito en 1909 (Rosas), bien pudo ser inspirado por el fallecimiento de su primera esposa, María del Refugio Urrea, al dar a luz mellizos quienes tampoco logran sobrevivir (1907). Obregón tendría escasos 27 años de edad y no sospecha que esta primera experiencia directa con la muerte lo va a marcar, no sólo para despertarle su inquietud poética, sino también para prepararlo a enfrentar las batallas del futuro con su caudal de víctimas.
    “Fuegos fatuos”, además, podría reflejar las tendencias literarias de entre siglos: la emotividad subjetiva del poeta romántico, el intento de perfección rimada y el escapismo del modernismo. También trasluce otra moda de entonces: las prácticas espiritistas. El más famoso practicante es el mismo Francisco I. Madero a quien Obregón apoya al integrarse a los círculos antirreelecionistas del sur de Sonora.
    El Tucsonense consideró “ingenuo” y no “muy poético” el poema. Pero al publicarlo, transmitía las modas intelectuales, la estética obregonense y su ideología temprana. Por ello, se puede ahora interpretar una simpatía del general hacia “el más allá”, un aferramiento a que la desaparición física no acaba ahí, quizá buscando consolarse ante el fallecimiento de sus seres queridos. Asimismo, el poema plantea que la muerte es democrática, iguala al “monarca y al mendigo”, protestando así contra la dictadura porfiriana renuente al voto ciudadano y a la justicia laboral. Si la realidad terrenal es así, Obregón propone lo contrario en sus versos: un mundo espiritual donde “todo es igual”, donde los “distintos linajes” “juntos se pasean”. Y si la igualdad se puede concebir en el plano espiritual, entonces hay que luchar por ella para construirla en el terrenal, exactamente como lo hacen los poetas románticos con sus misiones heroicas y hasta suicidas. Es significativo que en el mismo año de escribir este poema, Obregón ingresa de lleno a la lucha revolucionaria (finales de 1909).
    El Tucsonense, así, informa y participa en los acontecimientos celebratorios de la independencia de México y cubre el desarrollo de la lucha revolucionaria. No conforme, incluye la producción literaria que se genera en el proceso, reflejando el sentir colectivo y los mensajes estético- ideológico de protagonistas como Obregón, creando identidad y reforzamiento nacionalista. Además no lo hace solo, se vincula con la comunidad, promoviendo y participando en organizar las actividades que generen patriotismo— concursos de belleza, fiestas patrias, reuniones sociales (Murrieta 58-60). Todo esto en su conjunto es muestra del interés por conservar la mexicanidad ante el avance arrollador del idioma inglés y la cultura pragmática anglosajona que penetran en la zona desde la venta de La Mesilla (1853). Gracias a este esfuerzo noticioso y literario, periódico y comunidad lograron entonces preservar el sentir patrio. Su impacto quizá se aprecie hasta en la actualidad, en las expresiones mexicanas contra la prohibición del uso del español, o contra la introducción de leyes discriminatorias que cíclicamente aparecen en Arizona. Parafraseando a Zapata, la cultura (mexicana) es de quien la trabaja, y El Tucsonense lo hizo durante toda su existencia…

    Más información sobre este poema y otros publicados en El Tucsonense, consulte la obra Mi letra no es en inglés, en este enlace:
    http://www.manuelmurrietasaldivar.com/libros/mi_letra_no_es_en_ingles.html


    Obras citadas

    El Tucsonense (1915-1957). Microfilms y ediciones impresas en la Colección Chicana de Arizona State University, Tempe.

    Murrieta Saldívar, Manuel. Mi letra no es en inglés. 2da. edición. Editorial Orbis Press. Phoenix, Arizona. 2003.

    Compartir en:

Envía tus comentarios:

*Obligatorio