"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

Escapes y Desarraigos - 15.09.2022

Por Manuel Murrieta Saldívar

Compartir en:

Imagen: Portada de la novela, cortesía de ALJA ediciones.
Imagen: Portada de la novela, cortesía de ALJA ediciones.



A continuación presentamos en exclusiva un fragmento de nuestra novela recientemente publicada, El norte virgen de mi cuerpo (*), que ya circula...
  • (Fragmento del capítulo 1)
    La tarde cuando evité mi secuestro y decidí en un instante emigrar al otro lado, vestía una ajustada camiseta y unos diminutos shorts mientras escapaba de prisa por el malecón. Había cometido un error al mostrar así mi cuerpo en ese ambiente de feminicidios y de violencia en que se convirtió el país. Ni siquiera recordé a los acosadores que durante esa Semana Santa miraban sin saciarse a las miles de muchachas que atestamos las playas de Bahía Cacktipec. No, ellos se fijaron solamente en mí, quizá porque resulté más seductora y una presa fácil al ir recibiendo, solitaria, escandalosos piropos y chiflidos lanzados por los bañistas. Me vestí así no tanto por gusto o comodidad, sino, lo reconozco, para impresionar a Ernesto, mi pareja en esos días, a quien busqué con desesperación y quise atraerlo en definitiva con esa ropa ajustada. Él se vino hasta la bahía sin avisarme, dejándome plantada, echando a perder de nuevo nuestros planes y sin dar alguna pista de dónde se encontraba. Durante la persecución, salí al malecón como pude y me confundí entre el gentío, luego me escurrí hacia el primer hotel playero que estuviera abierto, dejando por fin atrás a los hostigadores; pero sentí aún la necesidad urgente de protección ya que, como lo vi al entrar, no confié en el guardia de seguridad, sospechando que estuviera coludido con los criminales. Ya entre los pasillos, debía encontrar refugio, así que empecé a actuar como si fuera un huésped o buscara a alguien que me estaría esperando, hasta que capté, a una corta distancia y entre la tranquilidad del interior, que un gringo me observaba desde la puerta de su habitación. Dio unos pasos hacia afuera, se paró sobre la banquetita para mirarme mejor, encendiendo un cigarrillo en actitud de espera. Fue cuando noté que sus ojos comenzaron a disfrutar del vaivén de mis senos, la protuberancia de mis muslos y la curva dorada de mi cintura. He de reconocer que los poros de mi piel comenzaron a erizarse, no sé si con placer o con enojo, pero sin control.
    Un chillante atardecer caía sobre mi cara, pero pude distinguir su figura delgada y medio débil, sin mucho aire varonil por su pelo largo, sin afeitarse, su facha de medio jipi pasado de moda. Aunque sentí cierta atracción, se trató de un gringo desaliñado, no necesariamente de mi tipo, pero, ante la situación, era magnífico para pretender que lo conocía y me esperaba. Lo miré fijamente y le sonreí igual que a un viejo amigo; sorprendido, escudriñó hacia los lados, quizá para verificar si en realidad andaba sola, pero, en silencio, se acercó hacia mí. Titubeante, al tenerme enfrente, se atrevió con cierta cortesía y como un idiota a ofrecerme un toque del cigarro sin mediar palabra alguna. Fue un movimiento acertado, desde afuera podría interpretarse que era un desplante rutinario de amistad para reanimar a una amiga en desesperación. Más tranquila, y como si eso fuera exactamente lo que más necesitara, miré la atrayente braza, olí rápidamente el humo descubriendo que se trató no de un tabaco, sino de un fino carrujo de mariguana. Ante la situación, no lo pensé mucho e impulsada, sobre todo, por la única oportunidad de salvación, fingí conocerlo y acepté el pitillo sin remedio, pero con familiaridad. Todavía pensaba que la turba me estaría acosando y se volviera a aparecer, lo que, por alguna razón, me hizo aspirar del carrujo profundamente como no lo había hecho en muchos años… De reojo y a lo alto vi el nombre del hotel, “La Guarida”, y abajo el portón de la entrada sin nadie que corriera o ingresara. Entonces, mientras el humo acarició mi sistema sanguíneo, vinieron hacia mí momentos claves, una bailada de rock con Ernesto, mi divorcio, un aborto y el pago perpetuo de la renta y de las deudas. De mi temprana adolescencia reapareció una fuga de la casa familiar y el herrero que me había violado, haciendo girones mi primer liváis…Con el oleaje al fondo, un sol en picada, el amontonamiento de recuerdos más lo que ahora ocurría, quise seguir fumando… Para el asombro del norteamericano, le propuse de forma impulsiva:
    —Entonces qué, gringuito... ¿nos sentamos en la playa?...


    (*) "El norte virgen de mi cuerpo". Novela. 1ra. Edición. 385 páginas. ALJA Ediciones. Matamoros, Tamaulipas, México. ISBN 13: 979-883-125-2637. Edición impresa.

    Más información y para adquirirla desde Editorial Orbis Press:
    http://www.orbispress.com/imagenes/imaginacion/el-norte-virgen-de-mi-cuerpo.htm


    Reseña y cómo adquirirla directamente con el autor
    http://manuelmurrietasaldivar.com/libros/el-norte-virgen-de-mi-cuerpo.html

    Compartir en:

Envía tus comentarios:

*Obligatorio