"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

HACIA LA OTREDAD (NORTE) AMERICANA (*) - 24.02.2023

Por Manuel Murrieta Saldívar

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Imagen: Llegada a la revisión migratoria en el aeropuerto internacional de Los Ángeles, California. Foto de la colección personal del autor
Imagen: Llegada a la revisión migratoria en el aeropuerto internacional de Los Ángeles, California. Foto de la colección personal del autor.

  • Incluso antes del cruce late ya mi mexicanidad errante, mi dinamismo vital que todo lo abarca, hasta las llanuras congeladas de Alaska, desde Nogales, Ciudad Juárez o Tijuana… brinco el alambrado nocturno, me escabullo entre los punzantes patios de la garita y, radares y sensores burlados, me repongo en algún escondrijo y surjo límpido dentro de algún autobús Greyhound rumbo a...Pos yo también me voy, en pos de la oportunidad, tras los dólares y mi ración posmodernista, el status social o intelectual, la seguridad del confort, el inglés como palanca hacia ¿el “American dream”?...sí, pero primero mis sueños, mis pesadillas, porque a veces soy jornalero sin documentos oculto en los desagües de las autopistas y en otras aparezco como renombrado inversionista, cónsul o profesionista descubriendo pasmado las ventajas de las computadoras globales, la diplomacia lingüística de la metrópoli yanqui. Después, lo sé muy bien, convertiré el dolor en dólar, tan sólo con mi aguante corporal, con aventarme, resistiendo y resistiendo las campañas anti-todo, las de los “minutemen-sos” y de las radios conservadoras. Porque en esta tierra apetecida me dicen que el cielo y el dinero son el límite, si es que no me para algún dispositivo especial de la “migra”, la que me hace los mandados, que instala cada vez más retenes en la autopista o florecen sus verdes y blancas camionetas en alguna esquina urbana, ¡sorpresa! y a correr: “¡chin #$%&*?\=...no puede ser!”...Pero no se alarmen, señoras y señores, existen otras modalidades, hay niveles, licenciado, hay niveles doctorcito, más dignos a mi estatus. Porque si prefiero hacerlo más cómodo, sin “coyote” y ya del otro lado, frente a la misma estación del “bus” contrato un “shuttle” por unos 40 dólares, me deja en donde yo lo ordene en San Antonio, en Tucsón o en San Diego, pero primero el chofer, aún de apariencia morena, me preguntará si traigo documentos legales y nada prohibido en mis maletas “porque no quiero problemas”. Claro, lo convencional es que baje la ventanilla de mi auto, muestre la mica láser o pasaporte, tramite la visa bajo cualquier excusa convincente de acuerdo a mi presupuesto y a la mirada del agente migratorio…si “sólo voy por dos o tres días”, luego de la gastadera y diversión en Disney, en Miami o en Las Vegas me regreso (?), ya sabes, como mexicano pudiente no tengo ninguna necesidad de estarme más, ¿para qué?:
    —Si me va requetebién con los jefes de jefes, ni de chiste abandono mi país para siempre. Si para eso trabajan los gringos—y saben poner a trabajar a los demás—para ofrecernos su patria como un gran supermercado, ¡ja ja!, ¡sírveme otra!...
    ¿Y qué tal si llego por aire?, visado en el primer mostrador del aeropuerto de Los Ángeles, Phoenix o Chicago, ¡y zas!, en un instante estoy en la fila primera del primer mundo que a todos nos cobija y nos exige democracia, maestro, neoliberalismo, sea del rango que sea, debo respetar la cola, la revisión del equipaje, tener cuidado con mis ideas de dialéctica profunda, no se aceptan radicales, aquí no hay influencias Sr. gobernador… Todos debemos respetar al agente de migración mi general, el chequeo del permiso de trabajo mi querido artista, mi influyente intelectual, el sacrificio lo vale porque me esperan las compras en el mall, los topless bar de diez dólares por “table dance”, las exposiciones “hightech” y los supercongresos, la escenografía de oropel, la ciudad como set cinematográfico, ¡a las cajas automáticas del CitiBank!, ¡directo al JC Penny’s, Sears o Macy’s!, rápido, quiero cumplir mis pequeños rituales de consumo que tanto me alegran y que serán tema de plática….ahhh, esas boutiques que envidiarán a mi regreso, esos hospitales con sus helipuertos, esos casinos con martinis gratis, visitas que no toman más de cinco días—si es que me devuelvo—con sus noches en el Holiday Inn, si no, pues en el Howard Johnson o ya de perdida en el Motel Six o el “No Tell Motel”. En verdad no importa la vía, ni la estrategia, si en serio traigo la intención de “hacer la América”, como lo hicieron mis ancestros, ejerzo mi derecho al paraíso, intento mi cuota de riqueza, mi ración de progreso y (pos) modernidad, mis quince minutos de fama por lo menos en la tele, con “Don Francisco” o con “Cristina”, esos programas que me seducen y me aceptan como público o protagonista, sea yo un lavaplatos o un letrado…no me importa, yo quiero mi pepita de oro en California aunque sea un siglo y medio después de la fiebre aquella, a nadie le incumbe cómo venga, ni lo que diga o haya dicho antes del abordaje, ni los papeles y pretextos que presente al temido dador de la visa que cotizo…De veras, no es broma, estoy dispuesto a superar la barrera del idioma, el shock cultural, me siento capaz de domar la fiera de la nostalgia, los llamados obsesivos de las distintas madres que me dejan me dejan, madre querida, madre adorada, madre patria, ¡mamacita! que se quedan atrás, atrás, atrás… y ahora sí siento que me adentro, que me enfrento en serio con los gringos, ¡con los gringos! mucho más allá de la línea, mi conquista mexicana, no me basta recuperar la zona fronteriza, voy más p’al Norte, árabe invadiendo la Iberia, español conquistando Mesoamérica, inglés después del Mayflower escapando de su rey, azteca en pos de Aztlán…historia que repito para habitar lo mío y la siguiente opción ya no es San Isidro, Alburquerque o Yuma, sino Washington, Chicago y hasta la misma Nueva York, toda esa zona conurbada que yo no sé cómo me espera, hay que llegar y después a ver pa’ dónde, ahí se va, a ver qué sale, me aviento y me vale…Mientras tanto me instalo y rápido exploro, sudo, negocio, engaño, sacrifico mis sentires, se me desborda la fe, cualquiera que yo tenga, prendo veladoras a la Guadalupana, al Señor de los Milagros o me sumerjo en la lectura de la Biblia evangelista, el Libro del Mormón, si me dejo seducir por las iglesias protestantes que me piden el diezmo a cambio de la fe que reclama la nueva nación. Claro, también ahorro, me denigro para acumular más fuerzas de puro rencor, forjo imágenes de triunfos falsos, o reales, bailo quebraditas, cumbias, salsa o rock, lloro y compro VCR’s, rento orgías de videos, servicios de satélite o cable, ¡arriba las Chivas o el América, en vivo!...compito con documentos que existen en segundos, cuando existen, o leo muy poco porque el ocio me resulta muy caro. Es que extraño mi terruño, siempre deseo regresar, y cuando ya no soporto, me escapo hacia los bares en busca de mi chica, mi chico inalcanzable, no ¡alcanzable!, sí, ha de ser alcanzable para sobrevivir asegurada la “green card”. Y lo logro, papá, mamá, padrino, abue, ¡ya la estoy haciendo!...todo se vale carnal, todo, ¿verdad mi profesor?, ¡a poco no mi manager!, a sus órdenes señor embajador, lo que usted corrija mi abogado de migración...Pero por mientras me descubro haciendo labores tan inverosímiles cuando yo, ingeniero de aquella universidad mexicana, me transformo en un flamante cocinero en el restaurante especializado en freír alitas de pollo. Luego soy locutor de origen ranchero, primaria como máximo nivel escolar, pero adentro de tecnificadas cabinas de baile o radiales divirtiendo a mis paisanos con el “filing” grupero y del pasito duranguense. Y así levanto el “raiting”, para mis disqueras y mis músicos, elevo las ventas de las cadenas de radio mucho más que las sofisticadas estaciones en inglés. O me convierto en un activo agente de publicidad de la TV en español, pequeño celular en mano, diamante en la corbata, rentada limusina y encarnizada lucha por el mismo mercado mexicano-boricua-cubano-centro-sudamericano. Y me asomo como estudiante sin problemas de visa, soy el hijo afortunado, el júnior de familia industrial o ganadera venida a menos, soy el sobrino del coronel, el nieto de aquel gran empresario “cuando la época del pri-gobierno”...apenas así, porque el curso de inglés me cuesta unos tres mil de dólares con duración de dos meses, nada más para empezar. Ya inscrito en la State Univesity me las arreglaré. O voy en bola, me uno a cientos de compas recién bañados y perfumados como yo, después de la forzada jornada en la fábrica o el campo agrícola del Mr. Farmer, y observo el ritmo de mis botas en la pista de baile, música norteña y banda sinaloense; soy raza a la caza de la morra de la noche, no me importan sus formas, ni que horas antes haya sido mucama en el Sheratton, sirvienta del arquitecto o cocinera del científico políglota… ¿Y qué tal si me estreno como capitalista de la era global? Orgulloso de vender la mexicanidad en todas su presentaciones: huaraches, artesanías, joyería, videos de los Almada y otras narcopelículas, picaps y camionetas usadas muy bonitas; fundo semanarios para coleccionistas de faltas de ortografía, pongo taquerías al pastor o carne asada, servicios de “taxes” envíos de dinero tarjetas telefónicas celulares cortes de pelo se hacen limpias y amarres hierberías libros de autoayuda y horóscopos trámites de inmigración cien dólares la cita… ¿Y si fracasa mi negocito? ¡Ningún lamento!, yo lo aguanto todo, me regreso a ser proleta, jornalero en la esquina de las cinco de la mañana, retando a los “rednecks”, a los supremacistas blancos que con sus catalejos desde lejos me ven como una hormiga en ese campo de golf donde levanto la basura; se topan conmigo en el aparatoso Home Depot con mi gafete que todavía dice “Pablo”, no Paul. Y de repente saludo, todavía se me sale un ¡Quiúboles!, en lugar de un ¡Hi!, porque soy el mexicano nómada, el que constantemente acaba de llegar, el sufridor, con mi caparazón de resistencia, noble cuando estoy saciado, dispuesto a todo cuando no, emerjo desde todos los confines, dizque de turista, dizque de compras, voy a visitar dos días a mi tío, es que me dijeron de una laptop muy delgadita que venden en Best Buy, sólo termino las clases y me regreso, dizque de aventura, de necesidades, de exilio, de autoexilio, pero lentamente, en el fondo, cargo el atrevimiento de quedarme... ¿Más ejemplos?: soy periodista, mecánico y profesor con envidiable trayectoria pero, tú sabes, el desempleo y las amenazas de los machos de mi tierra, esos que sí mandan matar. Y ahora estoy aquí compitiendo para cuajar el más atractivo proyecto teniendo como límites los dólares, la imaginación y los contactos; soy cantante vernáculo que ofrece a domicilio el exotismo del mariachi haciendo esfuerzos por grabar mi primer “demo”, o incursiono de camarógrafo espontáneo, cineasta potencial para bodas, bautizos y quinceañeras conduciendo un “bmw” destartalado pero imposible de adquirir en mi pueblito. Y ya en las alturas me cuelo como “broker”, intermediario de empresas, tarjetas de presentación en dos idiomas, porque yo trabajo para el libre comercio, la vanguardia empresarial, manejo cifras de seis dígitos a través de faxes y correos electrónicos. Y por las tardes de café, regreso a mi celular o a mi residencia donde me espera el “voice mail” con nuevas instrucciones sobre el mercado de bienes raíces, la lectura del Wall Street y la consulta del Market Place en internet…tengo derecho, percibo claramente que he estado aquí, este era nuestro territorio, óyeme, si aquí se hablaba español primero, presiento que llevo aquí mucho tiempo, aunque para otros apenas he llegado, de cualquier manera ya me infiltré hasta en el Capitolio, recuerdos de mi Palacio Nacional, estoy como ministro hispano junto a senadores y el mismísimo presidente, y le asesoro, “don’t panic, be hispanic!”...y me apapacha, me festeja cada 5 de mayo porque soy la prueba de que la discriminación no existe, mírenme, hasta dónde he llegado, ¡claro que sí se puede! Soy el máximo ejemplo, aprovechen la oportunidad...he llegado, he estado antes aquí, y cuando tengo tiempo de reflexionar, de despertar, descubro que mi República no es territorial sino cultural, qué remedio, lo mío lo traigo adentro, mi México nunca lo dejo, se viene conmigo donde quiera que voy, ahora estoy nítido, soy mexicano, sin dudas de identidad en cuanto llego…aunque después, muy pocos me lo dicen, muy pocos me lo explican, seré distinto, muy distinto debido a esas variaciones infinitas que adquiero por influencia de este ambiente que todo lo contagia: seré chicano, pero también cholo, pachuco o pocho, quizá Mexican-American, me nombrarán un “Latin” junto a boricuas, guajiros, chapines, guanacos, nicas, catrachos, che’s, que sin piedad también se ofertan por aquí…oh well, estos “Spanish speakers”, estos “brown latinos”, they all are the same, todos son iguales, con o sin papeles, “Hispanic”, como me clasifican en cualquier “solicitud”, ¡oh!, perdón, en cualquier “aplicación”, aplication, debo decir aplication, porque en esta mi nueva vida, si hablo inglés no hay barreras, como me lo repiten a cada rato, a dale que dale, como exigiendo, si no es bilingüe, que se chingue!...
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    (*) Del libro La gravedad de la distancia. Historias de otra Norteamérica. Editorial Garabatos. Hermosillo, México, 2009. Más información y para adquirirlo en:
    http://www.manuelmurrietasaldivar.com/libros/la_gravedad_de_la_distancia.html

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