"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

La influencia andaluza y modernista en Federico García Lorca (*) - 29.10.2021

Por Manuel Murrieta Saldívar

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Panorama de la ciudad de Granada, España, desde La Alhambra. Foto del archivo personal del autor.
Imagen: Panorama de la ciudad de Granada, España, desde "La Alhambra". Foto del archivo personal del autor.

  • SE HA PUESTO EL SOL

    Se ha puesto el sol. Los árboles
    meditan como estatuas.
    ¡Qué tristeza
    de las norias paradas!
    Un perro campesino
    quiere comerse a Venus, y le ladra.
    Brilla sobre su campo de pre-beso,
    como una gran manzana.
    Los mosquitos--Pegasos del rocío--
    vuelan, el aire en calma.
    La Penélope inmensa de la luz
    teje una noche clara.
    Hijas mías, dormid, que viene el lobo,
    las ovejitas balan.
    ¿Ha llegado el otoño, compañeras?
    dice una flor ajada.
    Ya vendrán los pastores con sus nidos
    por la sierra lejana,
    ya jugarán las niñas en la puerta
    de la vieja posada,
    y habrá coplas de amor
    que ya se saben
    de memoria las casas.
    Federico García Lorca. Agosto de 1920


    Un comentario analítico de este poema, titulado "Se ha puesto el sol", lo iniciaría enmarcándolo dentro del Libro de poemas el cual compila los primeros versos del poeta español Federico García Lorca (1898-1936). Este poemario, se ha dicho, se caracteriza por su temática nostálgica y bucólica de la ciudad de Granada, terruño natal del poeta, y muestra la génesis de las técnicas lorquianas--imagen y emblema—producto de sus lecturas personales, su simpatía por lo andaluz y la escasa influencia del Movimiento Modernista y de poetas como el también español Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Este es el contexto formal y de contenido que encuentra su reflejo particular en el poema que aquí analizo.
    Así, la nostalgia surge mediante la descripción gráfica de un atardecer en la campiña granadina si se acepta el referente adjudicado a todo el poemario. La primera estrofa recrea un ambiente triste mediante un hábil recurso literario: el manejo de imágenes estáticas, de quietud, esa pasividad que caracteriza al término de un día rural: sumergido el sol, los árboles descansan como estatuas, el trigo está segado y las norias paradas, explícitamente dicho por el poeta, que causan tristeza.
    El atardecer se intensifica en la segunda estrofa vislumbrándose, sin abandonar la sensación nostálgica, los primeros movimientos típicos de la noche campirana: un perro, hambriento quizá, produce soledad y abandono, distanciamiento y lejanía, al querer comer y ladrar a Venus, el planeta preámbulo de la oscuridad. Interviene seguidamente el recurso del "emblema", influencia de lo andaluz en Lorca, que prioriza la imagen colorida como forma de abstracción, símbolo fosilizado y familiar. De esta manera, la intensidad del atardecer se dibuja, mediante la asociación con el color rojo, primero con el de la pasión carnal, representada por un beso, el "pre beso", término que indica que la puesta del sol aún no alcanza el clímax; después, la imagen emblemática se refuerza con un rojizo bucólico, y así el atardecer brilla como una manzana. Se relaciona, pues, lo rojo de los rayos solares en agonía con dos elementos audaces: la pasión--el beso--y el amor a la naturaleza--la manzana.
    La estrofa tercera es en sí la llegada de la noche: la escasez de luz y calor--hay "rocío"--produce revoloteo de insectos, otro elemento típico del campo, entre la tranquilidad del aire. La aparición definitiva de lo oscuro, se presenta mediante una elaborada imagen que describe la metamorfosis que hace extinguir a la luz del todo--"la luz teje una noche clara". Si se reconoce que la primera poesía lorquiana presenta cierta influencia modernista, esta estrofa lo confirmaría: muy al estilo de Rubén Darío (1867-1916)--nicaragüense creador del Modernismo--se alude a figuras de la mitología griega, mosquitos como pegasos, luz que es Penélope tejiendo la noche inevitable, aunque cabe la explicación de que estos referentes son producto de sus primeras lecturas.
    Ya más de noche, estrofa cuarta, alguien en tono patriarcal--"hijas mías"--invita al recogimiento y a la protección, para evitar los peligros nocturnos de la campiña--"dormid que viene el lobo". La sugerencia destaca porque el destinatario adquiere rasgos emblemáticos: un rebaño de ovejas que ante su desamparo--pueden ser atacadas--significa el color blanco de la tristeza andaluza, la nostalgia campirana de Lorca. Esta simbología, se ve reforzada con la imagen de una flor blanca, "ajada", en un verso que invoca la llegada del otoño, es decir, la estación del año clásica, ¿emblemática?, de la soledad y la nostalgia por su asociación con lo reseco, amarillento, denotando que no sólo es el fin de un día, sino de todo el verano, lo que encuentra relación con el trigo segado de la primera estrofa. Entendido así, el impacto de la tristeza es más fuerte.
    El poema concluye con la descripción del recogimiento general de los habitantes de un poblado invadido ya por la noche. Pastores llegando de la sierra, niños jugando frente a la seguridad del hogar en donde surge la convivencia tierna, cálida y amorosa después de la jornada de trabajo, del término del día o del ciclo del verano en la campiña. Queda así la sensación de que se añora un calor humano difícil de adquirir en la vida despersonalizada y caótica de una gran urbe, como Madrid, en donde al joven García Lorca le brota la nostalgia por su rural y campirana región de la provincia de Granada donde, irónicamente, moriría asesinado años después.

    (*) Texto publicado originalmente en la sección Culturadoor, del periódico Observador, de Phoenix, Arizona. # 11, marzo de 1995.



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