"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

Lorenzo de Zavala, primer cronista mexicano observando al imperio...(*) - 25.06.2021

Por Manuel Murrieta Saldívar

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Imagen: Lorenzo de Zavala (1789-1836). Fuente: https://texasproud.com/lorenzo-de-zavala/

Los norteamericano no discuten, sino que practican los principios liberales elementales, hasta hacer ya de Estados Unidos “el único país libre del Universo: eso es la Patria de los hombres virtuosos, y en donde se conocen prácticamente las verdades sociales”.

  •       Para un análisis ideológico sobre crónicas de mexicanos observando a los Estados Unidos y su zona de frontera han de aplicarse al menos tres líneas teóricas. La primera tiene que ver con la definición de Ideología desde teorías referenciales del lenguaje, dado el carácter testimonial del género cronístico, mezcla de periodismo y literatura. En base a lo anterior, se maneja ideología como lo propone Luis Althusser: una representación de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia (Ideología 52). A su vez, se entiende relación imaginaria como una proyección, una ilusión que alude a la realidad, lo cual implica localizar elementos contextuales en el análisis de la crónica y no sólo imaginación literaria.

          Puesto que las crónicas de autores mexicanos como Lorenzo de Zavala, Justo Sierra o José Vasconcelos abordan la sociedad, la cultura y el espacio de Estados Unidos de Norteamérica, una segunda línea teórica se relaciona con lo Otro y el encuentro con lo distinto, según lo maneja Edward Said en Orientalism. La representación imaginaria no es producida por un cronista que observa su propio espacio y sociedad, sino la de un observador externo, un visitante ocasional ajeno a la naturaleza de Estados Unidos. Se tiene entonces que estos cronistas abandonan temporalmente el llamado “espacio familiar”(Said, “Orientalism” 167-168), México, que ofrece al “nosotros mexicano” un sentido de intimidad, de privacidad y de seguridad, real o imaginada, donde todas las experiencias en su interior aparecen como apropiadas. En consecuencia, los cronistas mencionados ingresan provisionalmente a un espacio más allá del suyo, no familiar, el del Otro norteamericano. Así, el territorio y la mentalidad de este Otro es designado diferente por parte de ese “nosotros mexicano”, el cual establece fronteras apropiadas de acuerdo a sus percepciones, intereses y conveniencias. El cronista mexicano durante la inmersión temporal, produce entonces suposiciones, asociaciones o ficciones ideológicas que surgen al enfrentarse al espacio extraño y no familiar del Otro norteamericano.

          Una tercera línea teórica aborda el carácter periférico y subalterno de Zavala, Sierra y Vasconcelos los cuales se diferencian de los observadores europeos y norteamericanos dominantes de las metrópolis. En este sentido,  producen discursos alternativos y autoetnográficos de zona de contacto, tal y como lo plantea Mary Louise Pratt en su obra Travel writing and transculturation. La zona de contato es entendida como el espacio social donde culturas distintas, geográfica o históricamente separadas, hacen contacto la una con la otra y establecen relaciones permanentes que incluyen condiciones de coerción, desigualdades radicales y conflictos sin solución inmediata como el caso de México y Estados Unidos. El análisis de zona de contacto enfatiza entonces cómo los sujetos se constituyen en y por sus relaciones con sus respectivos Otros y aborda la relación, como los cronistas aquí analizados, entre colonizados y colonizadores.

          Las representaciones sobre Estados Unidos son producidas, pues, por cronistas subalternos en zona de contacto y adquieren por ello característica alternativa y autoetnográfica. El discurso etnográfico es el medio a través del cual el colonizador, en este caso el norteamericano, se representa para sí mismo sus respectivos subordinados. En cambio, el discurso autoetnográfico, como las crónicas de los autores mencionados, es aquél que los dominados construyen en respuesta y diálogo a las representaciones de las metrópolis dominantes. (Pratt 7). Igualmente, es el intento del subordinado de proponer sus propias concepciones sobre un mismo objeto; es su esfuerzo por representar y representarse ellos mismos sin permitir que se imponga la visión dominante. En este sentido, los cronistas mexicanos observando a USA se expresan por sí mismos sin eliminar sentimientos y explotan la oportunidad de la crónica de manejar la subjetividad. Se diferencian, así, del clásico científico social con su pretendida objetividad, que en ocasiones elimina emociones y distorsiona descripciones y variables potencialmente claves de sus explicaciones. Al mismo tiempo, sus crónicas son autoetnográficas porque no aspiran a la objetividad tradicional generalizadora y reflejan a comunidades reales de la zona de contacto sin pretensiones científicas totalizantes. Son la versión del que proviene de la periferia para “descubrir”, opinar, es decir, representar, desde la perspectiva de su espacio familiar, al Otro dominador norteamericano, en su propio territorio y no imaginándolo a distancia. Estas representaciones adquieren además carácter alternativo al provenir de cronistas del llamado “tercer mundo” que temporalmente ingresan al vedado “primer mundo” con pretensiones asimilacionistas. Estas crónicas desarrollan el libre juego de diferentes sistemas de valores, liberan voces silenciadas y ofrecen denuncias o propuestas de expresiones difícilmente surgidas a la luz por la imposición de los discursos dominantes. Por todo ello, mi análisis ideológico, con su perspectiva de zona de contacto, aborda expresiones autoetnográficas y alternativas, consigna la visión del subyugado sobre el dominante, haciendo una contribución al llamado campo “descolonizador”.

          Por otra parte, las crónicas que analizo, como las de Lorenzo de Zavala del presente ensayo, se hacen desde la perspectiva ideológica porque están fuertemente impregnadas de ella. Se establece aquí que la ideología domina todas las actividades del ser humano, sus relaciones sociales y con la naturaleza, y está presente en los juicios acerca del sentido de la vida, hasta tal punto, que llega a ser indiscernible de la experiencia vivida. La ideología, así, es omnipresente y marca todo género de expresión humana, artística y literaria, como la crónica, la cual refleja o incorpora las ideologías del cronista y las que prevalecen en su sociedad. Por ello, todo lo vivido, como las experiencias del cronista Zavala en su viaje por Estados Unidos, está profundamente marcado por la acción de la ideología. Ésta, además, opera como criterio ordenador y seleccionador de la realidad e impregna a la crónica desde el momento en que el autor proyecta su mirada hacia su objeto de observación, es decir, los Estados Unidos.

          La carga ideológica, incluso, es alta en el género cronístico dado su carácter testimonial y periodístico que permite a los cronistas estar relativamente más liberados de los artificios de la ficción con su capacidad de implicitar la ideología. El mismo proceso de creación de la crónica permite considerar su alto contenido de ideología, puesto que ésta demarca lo percibido y emite una representación imaginaria. La crónica prácticamente se construye de la misma manera al consistir la observación su principio epistemológico por excelencia. La crónica basa su escritura en la mirada— “decirlo es verlo”, propone José Martí (cit. en González, La crónica 88) ya que la mente recibe informes del mundo exterior a través de los sentidos y, entre éstos, el principal es el de la vista. Se define, entonces, como lo plantea Aníbal González en su obra La crónica modernista hispanoamericana, un “yo ordenador”, el “ojo chroniqueur” testigo, el cual es la voz que se hace cargo de relatar y relacionar las noticias, descripciones y los eventos dispersos (González, La crónica 73). En este sentido, la ideología pone a funcionar a ese yo ordenador y determina cómo redactar los textos, es decir, pone a trabajar los recursos estilísticos, las figuras retóricas y los artificios literarios del cronista.

          Si la ideología determina lo que el cronista observa, lo hace bajo cierto propósito. Se concluye que toda representación, toda crónica, se elabora con intención de imponer el poder político, mantener al individuo dentro de los mecanismos y resultados de la explotación o, por el contrario, procura su liberación. Todo análisis ideológico debe revelar, entonces, si la representación propone el conformismo y la sumisión o bien nuevas ideas que provoquen intranquilidad y estimulen oposición. Es decir, se debe “desenmascarar” al cronista, como lo intento hacer con Lorenzo de Zavala, tal y como lo plantea Roland Barthes, preguntarse cuál es la postura que sus imágenes producen sobre el sistema del Otro norteamericano; responder si la visión satisface o se adhiere a su poder o, por el contrario, si cuestiona su dominio imperial. Paralelamente, el análisis ideológico dilucida para quién se elabora la crónica, consecuente con el planteamiento de que la ideología se elabora a nombre de una clase social que se beneficia con la representación ya que la ideología es de naturaleza social aun cuando el emisor parezca un individuo. Concentrémonos, pues, en Zavala.

    Estados Unidos: “el único país libre del universo”…

          La ideología se genera también a partir del movimiento real y no se compone sólo de ideas, sino además de prácticas, como lo plantea Michel Pecheux (133-34), Así, las vivencias del yucateco Lorenzo de Zavala (1788-1836) determinan su visión del mundo y explican su profundo liberalismo que lo llevó a realizar en repetidas ocasiones viajes a Estados Unidos. Desde temprano, Zavala reacciona contra la iglesia cuestionando la autoridad de Santo Tomás de quien, en debate público frente a importantes prelados, consideró que “era hombre como usted y como yo y pudo errar”. Su práctica e ideología se robustece al participar en Yucatán en grupos como los “Sanjuanistas” en cuyas reuniones, “de las que llegó a ser el alma” (Toro 14), Zavala destacó como orador popularizando las ideas liberales más adelantadas, como los clásicos principios de libertad e igualdad, los “derechos del hombre” y la soberanía nacional que causaban asombro en el ambiente de imposición colonial española. Su postura la refleja también en periódicos liberales, que dirige o escribe, como El aristarco de Yucatán o El águila mexicana, en la ciudad de México, donde Zavala era el articulista principal. Atraído por lo anglosajón, escribe ahí artículos que propagan con entusiasmo las ideas liberales más exaltadas, para lo cual le fue muy útil su vasta instrucción y el perfecto conocimiento que tenía de las instituciones norteamericanas “entonces tan raro que seguramente no había mexicano alguno que en ello pudiera competirle”. (Toro 26-27). Luchó contra la Inquisición y el absolutismo de España, contra el emperador Agustín de Iturbide y contra el dictador Santanna ante quien Zavala renunció al puesto de ministro plenipotenciario en Francia. Hasta que en 1836 se refugia en Texas, donde acaba por apoyar la independencia de esta provincia reiterando la posición republicana federalista, esto es, su ideología liberal que lo llevó finalmente a abandonar en definitiva la patria mexicana y a radicarse, hasta su fallecimiento, en la nueva república texana. Por ello ha recibido el estigma de “traidor”, de parte de mexicanos ultranacionalistas, que aún conserva hasta la fecha.

          Lorenzo de Zavala, considerado “el más grande liberal mexicano de su tiempo” (Estep 14), consolida esta postura al contactarse con lo anglosajón. Entre 1825 y 1827 junto con el ministro de Estados Unidos, Joel Poinsett, introduce en México las logias yorkinas, antecedente clave del Partido Liberal, que se convertirán en órganos políticos contra los conservadores del rito escocés. Esta participación intensa dentro del yorkismo, cuya matriz se encontraba en Nueva York, más su amistad con Poinsett, son claves para su posterior crónica, ya que le permite relacionarse con la alta sociedad norteamericana adquiriendo una conciencia de clase de alta burguesía. Su influyente posición en el gobierno mexicano lo hace también objeto de atenciones por parte de congresistas, periodistas y políticos de Nueva York, Boston, Filadelfia o Washington. Zavala comía con presidentes como Andrew Jackson o John Quincy Adams; era atendido por empresarios como Thomas H. Perkins, propietario de canteras de granito y poderoso manufacturero. Su acceso a los grandes capitalistas norteamericanos era posible también debido a los negocios que promovía como concesionario de tierras en Texas donde había formado una compañía colonizadora, la Galveston Bay and Texas Land Company, en la cual toman parte más de cincuenta socios de diversos estados de la Unión.  Esta postura ideológica permite que rechace imposiciones, despotismos o sistemas sociales donde se limiten los derechos individuales, la propiedad privada y los privilegios que empieza a adquirir a raíz de la consumación de la independencia mexicana en 1821. Igualmente, visualiza una Norteamérica donde considera se practican, a diferencia del convulsionado México y la Europa monárquica en crisis, los principios básicos liberales despertándole una simpatía tal que con el “transcurso del tiempo quedará avasallado por la admiración que le causó el sistema social y político de los Estados Unidos” (González, Prólogo ix). Sus escritos y correspondencia explicitan de manera apologética esta simpatía. En Europa reconoce que éste es el continente donde se producen las ideas y se da el debate filosófico-social, pero no se realizan cambios prácticos ni concretos; en cambio, el documento que envía desde París en 1831 al ya exministro Poinsett, asienta que los norteamericano no discuten, sino que practican los principios liberales elementales, hasta hacer ya de Estados Unidos “el único país libre del Universo: eso es la Patria de los hombres virtuosos, y en donde se conocen prácticamente las verdades sociales” (Estep 228).

          Tanto por su calidad de empresario político liberal como por sus asuntos personales, relacionados con su segunda esposa neoyorkina o con su hijo Lorenzo que estudia en Massachusetts, realiza múltiples viajes no solo a la Texas fronteriza sino al interior profundo norteamericano. Estas visitas y experiencias de vida las resume en una sola colección de crónicas, Viaje a los Estados Unidos de Norteamérica, publicada por primera vez en 1834. El recorrido que más refiere es el que inicia a partir del 25 de mayo de 1830 como víctima de la persecución política conservadora: temiendo por su vida, en peligro sus negocios, sigue el consejo de su enemigo político, aunque de “gran nobleza”, Lucas Alamán, de exiliarse “para asegurar su existencia” (Hernández 787). Viniendo desde la ciudad de México, se embarca en el puerto de Veracruz el 2 de junio rumbo a Nueva Orleans en busca del refugio estadunidense, adentrándose así más con la mirada de un exiliado, en busca de asilo o de status económico-social.

          Puesto que el análisis ideológico implica investigar el propósito y el fin utilitario de toda representación, la de Zavala intenta promover en México el sistema liberal con el ejemplo norteamericano, contrarrestando así los resurgimientos conservadores con su proyecto monárquico colonial. Su crónica la construye de manera universalizante, encubriendo intereses de clase burguesa, a fin de presentar el mundo liberal como la mejor opción para la humanidad. Todo lo fundamenta con los principios del “deber” moral, la democracia política, el trabajo y el progreso, los beneficios materiales cognoscitivos de la ciencia y la tecnología, elementos que intervienen a lo largo de sus escritos. Nueva York se representa entonces como un hermoso puerto que de tan eficiente no sólo sirve a Norteamérica o al mundo, sino, hiperbólico, a todo el universo. Es un desplante cósmico que surge de la mirada de un privilegiado burgués, testigo presencial, que reacciona emocionado como el creyente ante la encarnación de su deidad. Las fibras ideológicas de Zavala, por todo lo que lucha, se cimbran al registrar la posibilidad de concretizar la ilusión liberal. Esta metrópoli es la muestra por la cual, para el cronista, no hay ya que esperar ni creer en milagros porque el paraíso real, terrenal, está frente a sus ojos:

    500 buques anclados en los lados del ángulo que forman los ríos,
    entre los que está colocada la ciudad, cuyo vértice está cubierto de
    arboledas, forma un conjunto admirable que arrebata la imagi-
    nación y enajena el espíritu. Nueva York es, sin duda, uno de los
    más bellos y cómodos puertos del Universo. (Viaje 827)

          Su propósito no es tanto revelar un conocimiento a fondo de lo norteamericano, sino más bien utilizarlo como vehículo para adoctrinar con la autoridad de lo experimentado por el “yo cronicador”. Sin embargo, la postura “proyanqui” de Zavala lo convierte, como ningún otro mexicano de su tiempo, en un importante espectador de las costumbres, tradiciones y los métodos político-constitucionales de los Estados Unidos. Construye una re-presentación de alta calidad literaria para un temprano siglo XIX, ya que no escribe de manera convencional descriptiva, sino que desarrolla una complicada relatoría ensayística testimonial con datos claves en su deliberado propósito de inculcar. Es un tejido descriptivo que intercala datos históricos, apuntes sociológicos, citas literarias y de otros cronistas, incluyendo además referencias geográficas, tesis filosófico-políticas sobre el Otro angloamericano. Es un magnánimo esfuerzo doctrinal que indica la relevancia que tuvo Estados Unidos para Zavala, nación a la cual presta cuidadosa atención hacien-do uso de amplios conocimientos de cultura general y de la ciencia política. Además, Zavala es el primer mexicano que produce una visión “autoetnográfica”, esto es, observar lo norteamericano en su propio territorio, y es explícito en proponerlo como modelo; es una precoz respuesta ideológica surgida durante el período turbulento después de la independencia de México, en ese pensamiento que se genera en tiempos de crisis sociales y cambios de sistemas.
    Su crónica destaca también porque no está marcada por el “Tremendo Trauma Texano” (TTT), que plantea Enrique Krause (16), causado por la guerra contra Estados Unidos de 1848. Zavala es así el único cronista mexicano cuya re-presentación sobre lo norteamericano no consigna el impacto de la pérdida territorial por lo cual registra más el Este —Boston, Washingon, Nueva York— ya que el Suroeste sigue siendo parte de México. Su ojo de cronista entonces no tendría tantos visos de subordinado tradicional, sino más bien de uno que se asimila al ir dejando el referente del espacio mexicano. La insistencia, la explicitud y la seguridad con las que destaca la forma de gobierno y el funcionamiento del poder de los lugares que visita, hacen aumentar la densidad ideológica de su crónica opacando la descripción de actividades sociales, culturales o costumbristas. Cuando relata los debates bicamarales que se desarrollan en Washington, se descubre la intención para que no sólo los mexicanos, sino los latinoamericanos en general, reproduzcan los logros de la sociedad liberal estadunidense que a principios del siglo XIX Zavala la representa ya como el ideal a seguir. Su obra no es un inocente desplante cosmopolita: revela el fin de inculcar la práctica política liberal. Así, es una crónica ideologizante cuyo principal fin era, como él mismo lo explicita:

    …] Que los mexicanos y todas las Repúblicas de la América antes
    española tomen ejemplos y lecciones de esa escuela práctica de
    política liberal e independiente, que hoy es [Estados Unidos] el
    modelo para todos los pueblos civilizados”. (Zavala, Viaje 855)

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    (*) Resumen de un ensayo que aparece completo en: Gringos a la vista. Visión sobre Estados Unidos de América en la crónica mexicana: un análisis ideológico. Ensayos. Editorial Orbis PressISBN: 1-931139-00-8. Segunda Edición. 2006.  Más información en:
    http://www.manuelmurrietasaldivar.com/libros/gringos_a_la_vista.html

    OBRAS CITADAS

    Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado. México, D.F.: Ediciones Quinto
    Sol, s.f.
    Barthes, Roland. Mitologías. México, D.F.: Siglo XXI, 1981.
    Estep, Raymond. Lorenzo de Zavala: profeta del liberalismo mexicano.
    México, D.F.: Porrúa, 1952.
    González, Aníbal. La crónica modernista hispanoamericana. Madrid:
    Ediciones José Porrúa Turanzas, 1983.
    González Ramírez, Manuel. Prólogo. Obras: El periodista y el traductor. Por Lorenzo de Zavala.
    México, D.F.: Porrúa, 1966. xi-ci.
    Hernández y Sánchez-Barba, Mario. Estudio preliminar. Viaje a los Estados
    Unidos de América del Norte. Por Lorenzo de Zavala. Viajes por Norteamérica. Viajes y
    viajeros. Introducción y notas de Manuel Ballesteros Gaibrois. Madrid: Aguilar, 1958. 785-89.
    Krause, Enrique. "La comedia mexicana de Carlos Fuentes". Vuelta 12.139 (1988): 15- 27.
    Pecheux, Michel. Les vérités de la palice. París: Francois Maspero, 1975.
    Pratt, Mary Louise. Travel Writing and Transculturation. London:
    Routledge, 1992.
    Said, Edward W. “Orientalism”. The Georgia review 31 (1977): 162-206.
    Toro, Alfonso. Biografía de don Lorenzo de Zavala. Toluca: Gobierno del estado de México,
    1979.
    Zavala, Lorenzo de. Viaje a los Estados Unidos de América del Norte. Viajes por Norteamérica. Viajes y viajeros. Introducción y notas de Manuel Ballesteros Gaibrois. Madrid: Aguilar

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