"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

McDonald's, sobrevivencia y seducción (*) - 22.04.2022

Por Manuel Murrieta Saldívar

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Imagen: estudiantes de California State University, campus Stanislaus, en Turlock, California, mostrando la novela Háblame a tu regreso analizada en la clase de literatura mexicana. Foto del archivo personal del autor.
Imagen: estudiantes de California State University, campus Stanislaus, en Turlock, California, mostrando la novela Háblame a tu regreso analizada en la clase de literatura mexicana. Foto del archivo personal del autor.


A continuación, presentamos un fragmento del capítulo 10 de nuestra novela corta Háblame a tu regreso, la cual, de acuerdo a la estudiante Lizette G. Morales de Arizona State University, “es una de las obras más originales que se haya presentado en las clases de posgrado en mi carrera. Esta obra representa la frustración del estudiante por terminar lo que parece imposible. Es posible decir que Murrieta le llega más al corazón de los estudiantes de posgrado que ningún otro autor”...

  • Ya instalado, y de inmediato, había que movilizarse para sobrevivir de la manera más austera. Porque, antes de caer víctima del consumismo o de la vida suntuosa, la prioridad era sostenerse únicamente para aprovechar al máximo lo ofrecido por la State University. Al inscribirte en las primeras clases, comenzaste a sentir que tenías todos los derechos y privilegios que pudieras alcazar, pero también — acéptalo— reconociste las obligaciones y reglamentos que debías cumplir para llevar la fiesta en paz. Escoger los mejores horarios y materias, pero llegar siempre puntual; conocer de inmediato a los maestros más destacados y visitarlos únicamene en sus horas de oficina para que no se sospechara otra cosa; ingresar al centro de cómputo y no improvisar nada en el teclado, sino mejor pedir orientación a los asesores japoneses e hindúes que semejaban perros guardianes en defensa de su hueso. De postre, utilizar el gimnasio con alberca, las salas de pesas y de frontón, acceder a las amplias colecciones de libros raros y hemerotecas con añejos periódicos y revistas originales y en microfilmes. Y, por supuesto, sacar ventaja de este trampolín estratégico, de este pretexto académico con papeles en regla, para revelar los nuevos misterios, observar en su tinta primero a las gringuitas y después a los gringos. ¿No lo habían hecho ellos con nosotros cuando venían desde Iowa, California o Connecticut a mirarnos con ojos de sociólogos, antropólogos o periodistas como si fuésemos sus ratones de un laboratorio social?

    Órale, carnal, aprovéchate en tus tiempos libres, ponte a mirar los malls, recorre las autopistas, goza del night club, súbete a un jumbo jet, cuélate a Rodeo Drive, en Chicago hasta la torre Sears y en Nueva York sus museos, de perdida los manglares de Orlando o los kiosquitos y soledad de Alburquerque... Ni de tonto ibas a quedarte encerrado muy formalito adentro del campus cumpliendo solamente con los cursos. ¿O sí? ¿Solamente ahí, o nada, o todo, o mejor regresarte a las primeras de cambio?... Sí, era verdad, te estabas convirtiendo en víctima de las confusiones y de la nostalgia, las dudas, las dudas otra vez. Porque, por supuesto, la cosa no era tan fácil, así como decidir entre positivo-negativo, blanco y negro. Cruzando la frontera, dejado en verdad todo lo familiar, resurgían los titubeos, y otra vez a reforzar que ya estoy en esta imponente realidad, al menos déjenme robustecer las vivencias en zona inexplorada, probar un poquito de mundo, no debo desperdiciar esta oportunidad que ha venido a mí como la única lluvia al terminar un verano…

    ¿Ibas a regresarte a tu amada localidad para seguir echando raíces cual sahuaro o naranjo en bulevar? ¿Ibas a quedarte dando vueltas sin cesar por el edificio del Museo o del Casino cercanos a tu barrio?...Corriendo el riesgo de hacer como que trabajas, arreglando el mundo en cantinas y cafeterías, dejando que la novia oficial te ponga pruebas de amor: ¡Por favor, quédate, no te vayas o llévame contigo! ¿Perder tus amores y recorrer naciones o quedarte con los tuyos sin asomarse más allá?...Sí, todo esto sobre ti…Entonces, con urgencia, acelerado, rescatas, pues, tus pocas armas para defenderte: la curiosidad y la seducción por la novedad, con las que te atreves a decir ¡adiós adiós! Adiós en tu mente y en tu aparato emocional, adiós frente a todos, hasta luego, nos veremos pronto, volveré, seguiremos el acuerdo, traeré conocimientos, éxitos escolares, vivencias trascendentes y hasta muy buenos dólares.

    Por eso, durante los primeros recorridos dentro del flamante campus, donde ahora flotan miles de cabelleras rubias entre silencios y ruidos de calzado, reaparece una intensa capacidad de resistencia y de concentración. Por supuesto, ya no te mortifica que se esfumen tus breves ahorros en cuestión de días, porque has decidido enfrentarlo y resolverlo todo, incluyendo —of course, claro que sí, no hay bronca, le entramos— emplearte de part time en alguna actividad dentro de la universidad. En esta decisión, recuérdalo muy bien, influyó grandemente tu dignidad la cual a veces te impulsaba y, en otras, te afectaba. Una dignidad que además provocaba titubeos, te retorcía, no sabrás si te incomodaba, te educaba o reconfortaba. Lo cierto es que comenzaste a superar prejuicios arcaicos, a sobrevivir sumergido en ti, aceptando lentamente la perspectiva de la vida individualista. Bueno, por lo menos debías de ser autosuficiente, sin importar lo que tuvieras que hacer para alimentarte y cobijarte mientras te sumías en el nuevo conocimiento.

    Todavía recién llegado te ardía la duda, tu dignidad otra vez en conflicto: por un lado, te motivaba para que aprovecharas un destino académico fabricado por ti y unos cuantos benefactores claves, pero, por otro, te impedía colocarte la gorra y camiseta roja del uniforme de empleado de McDonald's. ¿Te ibas a rebajar, molesto en tu orgullo, a postrarte ante esta compañía transnacional? ¿O a robustecer, hinchado de satisfacción, ante la posibilidad de asegurar tu existencia académica ahí en pleno imperio laborando en lo que fuera? ¡Tu oportunidad de abultar el currículum! ¡De probar el manjar multilingüe de las bibliotecas! O, por el contrario, deteriorar tu imagen de intelectual internacional al subyugarte realizando un trabajo manual a escala mundial, transformarte en un simple proletario, sin saber lo que pasa en la cúspide…Estar sujeto al mandato de un patrón lejos de toda protección sindical, mientras embistes las piernas dentro del pantalón negro de la compañía esa de la eme grande, dorada, arcos triunfantes estampados en la bolsa trasera.

    Era necesario, pues, entrarle a éstas y a otras chambas a fin de concretar tu osadía que alcanza la gloria de iniciar un carísimo posgrado de miles y miles de dólares. Porque hay que aprovechar los mínimos resquicios para ingresar a la institución, sin tener demasiado dominio de inglés y con un presupuesto casi nulo, además de resistir los repentinos y punzantes shockes culturales. Vaya, hasta concluiste que estabas ahora bajo la premisa dictada por José Martí de que no es lo mismo los Estados Unidos desde fuera que ingresar a “las entrañas del monstruo”. Resignado, pero adaptándote a tu nueva situación, entonces deambulabas como zombi entre la tecnificada infraestructura escolar al tiempo que hervías de nostalgia por las memorias que ibas dejando atrás. Y ahora agregar la rutina diaria y pavorosa de entregar tu sangre, de manera forsadamente optimista, para preparar y vender hamburguesas con tal de seguir mirando la novísima vida que te rodea al salir de las aulas refrigeradas y asépticas.

    Porque McDonald's, donde ya cocinas y gritas ¡Big Macs are up, se presenta como la fuente ideal de ingresos mínimos para un estudiante extranjero acabado de llegar: sales y entras cuando te da la gana, comes con un estómago estándar lo que caiga, sin recordar ninguna dieta, todos sus productos a precios más bajos — hasta que aprendes las técnicas para hacerlos gratuitos. Porque, en su momento, descubres que la empresa, over one billion served, con sucursales en China y Moscú, no es inviolable como aparenta su férrea jerarquía laboral, uniformando empleados al estilo militar. No es invulnerable a pesar de su higiene impecable y su control de calidad que desperdicia alimentos cada diez minutos para sustituirlos por otros recién hechos.

    La empresa hamburguesera, ubicada estratégicamente al centro del campus a donde todos vamos a dar, es también tu lugar de reunión, de convivencia con el resto del personal: mientras pones la mayonesa y el catchup, encuentras con quien identificarte. Es cuando una mano desconocida te pasa un sandwich o una diet coke, cuando haces arreglos con hindúes para ir a las computadoras, con Jane para tu práctica de inglés, con paisanos para rentar un departamentito —a fin de ahorrarse una feria— o con chicanitas para la remota idea de cotorrear y cachondear esa misma noche. Tu Macdonald’s, donde se emplean estudiantes venidos de islas exóticas —Guam, Tahití o Hawai; tu Macdonald’s a donde llegan "júniors" cosmopolitas, gozosos, colonizados, dispuestos a ganar "extra money" para los boletos del concierto de rock o el viaje finsemanesco a Las Vegas. Tu Macdonald’s, a donde también se cuelan los "tres veces mojados", salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos, porque es su último fin, la gran realización de su proyecto de vida… Trabajo en el Macdonald de la universidad, a ver qué se me pega de sabiduría, contrastando con los hijos de sus antiguos caciques allá en Centroamérica: chicos y chicas latinos muy delicados que solo se emplean una semanita para darse prestigio y presumir en sus llamadas de larga distancia:

    —Mami, lo puedes creer, ¡trabajo en McDonald’s, qué padre, aquí dentro del campus, cerquita de la academia de inglés!...

    (*) Fragmento del capítulo 10 de la novela: Háblame a tu regreso. 2da. edición.112 páginas. El BeiSMan Press. Chicago, Illinois, USA. 2016. Más información y para adquirirla en:



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