Cuántos rostros miré
aquel día
que en un santiamén
crucé frontera
como ingresa uno
a la neblina de silencios
y cero bienvenidas,
no supe cuántos
pero eran morenos
y salían de trenes
autobuses
haciendo hileras
invisibles
para saltar el muro
a otra vida...
Venía yo solitario
imberbe
envuelto y motivado
por burbujas de sueños
y documentos
que atraviesan
aduanas,
era yo
fiel al orden
a los mejoramientos
a todo eso
que nos dijeron
daba resultado...
Muy orondo llegué
atravesé la línea
derrumbé
murallas
hasta llegar mi turno
ya muy adentro
de ese edén
tan novedoso
seductor
pero desconocido,
cumplí todo formal
legal
todo bien puesto:
--Ya estoy aquí!—
me dije sorprendido
y pregunté:
--¿Y ahora qué?,
fue cuando
sucedió el derrumbe
y cayó otro ser mío
allá detrás
despedazado
en ese sur
donde hervía mi sangre
mis patrias
y brazos amistosos...
Mientras,
al frente,
se levantaba
el norte
a cielo abierto,
inmenso,
donde recibí al sol
al viento
y a la nieve
y me volví
una gota,
esa que se anida
en el vaivén
de las nubes
y se arroja
sin saber
dónde caerá
qué suelos mojará
para dar vida
a la raíz robusta
que exigen los arraigos...
Turlock, California, junio de 2021