Quien se atreva a rescatar
las desoladas estaciones de los años,
cuenta conmigo
para reconstruir escuelas y hacer revoluciones…
Porque no es poca cosa
rehabilitar las nubes, arreglar cielos débiles
o atardeceres incoloros sobre vendimias frágiles.
Tampoco es muy menor
espantar la contaminación
de la carita de los niños que vienen,
regresar la primavera al clima original
donde no debió morir.
Quien se atreva,
nos vemos en una plaza de Cuba,
de Egipto o de Moscú
como podría ser en otros zócalos
contagiados de pueblo
esperando,
no las casualidades ni el azar,
sino una multitud de abrazos
provenientes de las libres avenidas.
Y estaremos arropados
de esa gente de siglos y futuro,
la que me parió junto a mi madre
no sólo para cantar en un poema,
sino también para construir caminos,
observatorios y hospitales
que nos alejen de cegueras e ignorancias
y seamos capaces—potables, saludables--
de recuperar vidas posibles e imposibles,
las que haremos brotar
aquí
y allá
en un bosque saqueado o en la próxima galaxia…
La Habana, junio 2018