Supongamos que el primer relámpago
aún ronda en mi cuerpo
que la salamandra anhela el único rocío del desierto
y que en una madrugada
la gaviota se descubre entre la nada
mientras nace el estrecho del mar que nunca acaba…
Supongamos que todavía no se inventa la tristeza
que el sol es leve
y acaricia lento la niña de tus ojos
que recién germina el más viejo sahuaro
y el motor del mundo inicia su futuro…
Supongamos, pues, que acaba de llover
sobre las grietas del llano
que las iglesias aún no se aparecen
con su escándalo de campanarios
y que durante la tarde salgo del escondite
para que todo se me revele
como aquella vez intempestiva que llegaste ante mí…