Para Pía y Natalia
I
Invítame un abrazo en la mitad del mundo,
a que los pasos de la tarde quiteña nos sorprendan
mirándonos como desconocidos sin edad
igual que una vez primera…
Invítame a descubrir los fragmentos del sol y de Saturno
a través de tu pelo, del arco de tu cuerpo,
en pedazos exactos como un medio día en Ecuador…
Invítame a rescatar lo primitivo del ser,
ese que se diluye en mis rutinas de plomo
y busca los adoquines de un Quito en bajada,
sus caserones de bares y de chamanes incaicos …
Invítame,
porque peligra y fallece la curiosidad
que aún quiere brotar desde los poros
en la segunda estación en que nos encontremos…
II
Invítame, te invito,
a entrelazarnos en el juego de sombras
de aquellos profundos callejones, jamás horizontales,
girar en las estatuas y obeliscos de tu heroica plaza,
para luego volar hacia las patrias del Sur
desde esa muralla que descubrió el Amazonas
y fundó a los cronistas antiguos y futuros…
III
También necesito huir en tren o en autobús
hacia los otros contornos que viven ya en mi ser,
absorber el espinazo de la nieve de piedra,
recordar el ruido pavoroso de las sísmicas líneas
que remueven a pueblos con nombres de galaxias:
Sibambe y Alausí, ¡Alausí!,
o sumergirme de nuevo en el amor colectivo
que un día me hospedó en una Riobamba que irradiaba talento,
hechizado yo con sorbos de chicha y de senderos
acabando en ese Chimborazo que arrancó mis alientos…
Te invito a ese revolotear de nuestras voces,
las que escuchamos sin saber a miles de distancias
separados por el trazo imaginario de dos polos opuestos…
Te invito, pues, a que nuestros labios vuelvan a enrojecer
porque hemos sabido derruir cualquier separación
tan solo al pronunciar una palabra de las nuestras…
IV
Invítame, de prisa, te lo ruego,
no tengo planes aún
y me urge aniquilar la soledad que nos imponen al Norte…
Incluso yo ya exprimo lo que me queda de tiempo
soportando el apocalipsis de un medio planeta,
ya sabes que no quiero partir a la próxima Andrómeda
desde alguna altura que no sea de los Andes…
Invítame,
por favor,
te invito,
porque en lo cálido de otro nuestro abrazo,
en la imaginación perfecta de tu cara de niña,
de mujer trotamundos,
de estudiante en protesta,
en el ritmo con que amanece el centro de la Tierra,
en la utopía que brota de tu fresca inteligencia,
percibo que soy solo una mitad
un otro yo, un semejante,
—espejos siempre en órbita—
que se completa
contigo
únicamente aquí,
sobre esta línea invisible,
humana y sideral,
la que lentamente separó nuestros mundos…
(*) Del poemario Poecrónica en las urbes. Proyecto Editorial Los Zopilotes, 2015. Antigua Guatemala,
Guatemala: Edición artesanal. Más información en este mismo portal:
http://manuelmurrietasaldivar.com/libros/poecronica_en_las_urbes.html