"Poecrónicas"

--Columna Semanal--

Thank's Virgencita, I'm Free (*) - 28.05.2021

Por Manuel Murrieta Saldívar

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Thanks Virgencita, Im free
Imagen: graduación en California State University, campus Stanislaus, Valle de San Joaquín. Del archivo personal del autor.

Mayo es el mes de las graduaciones en Estados Unidos y por ello reproducimos esta crónica de nuestra graduación de maestría en Arizona State University sucedida en la década de los 90’s del siglo pasado. Aún es vigente como constantemente nos lo hacen saber los nuevos graduados de origen mexicano, chicanos, “hispanos”, “latinos” del siglo XXI...

  • La bandera estadounidense ondea electrónicamente en la pizarra del centro de actividades de la universidad estatal de Arizona no para anunciar el resultado del encuentro de basquetbol sino para adornar ideológicamente la última ceremonia de graduación. En el mismo recinto en que días antes Kevin Johnson de los "Soles" de Phoenix no encestó lo suficiente para eliminar a los "Jazz" de Utah, se encuentran miles de egresados ordenados por una férrea jerarquía académica: togas y birretes negros para los doctorados, ribetes distintivos para los "masters" y para los "bachelors" o licenciados una bata color marrón que se expande como mancha por toda la duela y las primeras hileras de las graderías.

    Es alrededor de la una y media de la tarde del diez de mayo y mientras recuerdo a las madrecitas, sobre todo a la mía, soy testigo y partícipe de esta graduación inevitable: mi nombre mexicano aparece en el programa oficial en la sección de maestrías, solitario, luciente como un intruso, rodeado por otros apellidos anglosajones, japoneses o árabes ininteligibles.

    Una especie de orgullo incontenible, llanto de satisfacción, alegría triunfal, la evaluación del dolor invertido en años para poder entrar aquí, todo eso y más emana del recinto y de mi propio cuerpo. Ya soy víctima también del festejo aunque sin las vestimentas oficiales porque no hubo tiempo ni suficiente presupuesto;pero en livais decente y camisola azul de rayas quiero ser parte del rito nada más "por no dejar pasar" y porque, dicen, uno se lo merece.

    No obstante, me esfuerzo para que el alboroto no contagie demasiado y ahora estoy observador y reflexivo. Después de todo, estamos ya liberados de las aulas con este título que ayudará apenas a superar el terror del salario mínimo porque es casi imposible alcanzar a un Trump o Rockefeller. Y en el futuro, ya en la fiera competencia de los puestos, estos graduados, con unos cuantos "hispanos" por detrás, invadirán al mundo preparados para reforzar la estabilidad de este imperio otra vez triunfante ante la derrota sobre Irak y la debilidad del bloque del Este. Nadie piensa en esto pienso porque hoy es solamente la continuación de la fiesta.

    Parientes y amigos atestan hasta los últimos confines del espacioso gimnasio. Vienen todos armados para los recuerdos del futuro con las más sofisticadas videocámaras, costosos perfumes y una suculenta selección de vestidos, joyas, ramos de flores e ideas para celebrar en grande mientras abajo los hijos privilegiados expresan su agradecimiento con letreros estampados sobre la tapa de los birretes: "Thanks Mom", "I,m free!" o "Gracias a mis padres"—y a la virgencita de Guadalupe, acoto sinceramente en mi interior.

    Y es que en este mayo de graduaciones por toda la Unión Americana se las ingenian, con la garantía de que acapararán la atención de la familia, los vecinos e inclusive de la "mass media", para reconocer, anunciar y liberar a la nueva generación que es festejada a como dé lugar dependiendo de la escala social, étnica, racial o nacionalidad a la que se pertenezca—aunque algunos no tengan la disposición o el humor suficiente para asistir con toda la parafernalia y opten por recoger el diploma en el buzón del correo.

    Pero Tempe, la ciudad estudiantil por excelencia en Arizona, fue un torrente de festejos durante todo ese fin de semana. Después de los estrepitosos exámenes finales del último semestre, cada noche era una fiesta anticipada y bares y restaurantes, una de la mañana hora límite, tornaban roja la piel güerita de los egresados locos ya con el calor y el sabor de las bebidas y las botanas preferentemente mexicanas— "mi favorita es Corona y las tortillas chips". El arrebato inclusive disminuyó efímeramente el choque cultural y el profesor de la clase de español, flamantemente importado de Sonora, de Perú o de Madrid, fue invitado para una cena informal, un trago de calentamiento o una ceremonia exclusiva.

    Por ejemplo, Teresa Torres, su padre hispano ejecutivo que volaba desde Tel Aviv a Londres durante el instante de un festejo y Connie Sanders, dependiente de la aerolínea local America West y especialista en portugués y castellano, provocaron que el profesor se dejara secuestrar ante la sugestiva invitación de celebrar en el "Studebaker's" danzando con música del recuerdo mientras al fondo las meseras revolotean con diminutas faldas de "cheer leaders" o porristas de los años 50's.

    Pero hubo mejores privilegiados. Luego del himno nacional, la marcha de las banderas de cada facultad, del breve discurso del presidente de la universidad, Lattie F. Coors ("nunca dejen de aprender y ayuden a los otros", exhortó con una esperanza apenas notada en su inglés pausado) y del orgulloso griterío en las gradas, la señorita Kristine gozó de la exclusividad del primer mundo y de la alegría del tercero. Hija única de un acaudalado matrimonio de Wisconsin, catalogada entre las mejores tenistas a nivel nacional, viajera al caribe durante las pausas del semestre—"Jamaica realmente me encantó, la gente es pobre pero feliz"—contrató al "Mariachi del Sol" universitario para que le amenizaran toda la fiesta de graduación en el lujoso Sheraton Regency Hotel, guardias de seguridad en puerta. Impactada por la cultura hispana, hizo colocar una fuente pequeña, plateada, de donde emanaba un infinito chorro de bebida de tequila, "margaritas", que la distribuía a su selecto grupo de invitados y les anunciaba feliz haber sido ya contratada para educar, bilingüemente, a los niños de ascendencia mexicana de una escuela del sur de Phoenix en lugar de hacerlo con sólo los anglosajones de Scottsdale, la zona residencial por excelencia.

    En contraste, la graduación de Ryan fue menos aparatosa. Estudiante típico de clase media, de beca en beca, préstamo en préstamo y trabajos los veranos, invirtió únicamente en la toga y birrete, le tomaron las fotos de rigor y conservó una convencional postura de graduado sin intención de romper esquemas. Después regresaría en bicicleta a su departamento, solitario, pensando en su próximo empleo, subempleo o desempleo porque tiene que cubrir la deuda de diez mil dólares que ya le debe al banco.

    Su situación semeja mucho a la nuestra si se trata de medir la intensidad del sacrificio pero en fin, de todos modos nosotros los hispanos fuimos los mimados: oficialmente nos celebraron doblemente. La primera en el centro de actividades donde ondeó la bandera electrónica y Kevin no encestó lo suficiente y la otra en "El Mercado", así en español, edificio construido por la comunidad méxicoamericana para sus negocios y la preservación de sus raíces. Aquí, y con el honor de contar de nuevo con Mr. Coors, José Ronstadt, pariente directo de la cantante Linda y gerente del canal 33 de Univisión, expresó en los dos idiomas a los cerca de 200 hispanos—chicanos, caribeños, centro y sudamericanos y uno que otro mexicano "auténtico"—no olvidar históricamente de dónde vienen y comprometerse con las comunidades latinas reforzando así una identidad que a veces no se sabe si aumenta o se debilita.

    Sin embargo, y haciendo a un lado las celebraciones oficiales, la "raza" explotaba por celebrar urgentemente en la casa original o familiar. Así, del "Mercado" partieron al sur de Phoenix, a Yuma, a San Luis, Somerton, Nogales o hasta Caborca cargando las magníficas ventajas y responsabilidades del flamante diploma. En el trayecto, y antes de cruzar la frontera, recibieron un excéntrico “regalo de graduación”: la noticia de que cualquier extranjero en auto podía cruzar más fácil la frontera, ¡menos nosotros, los mexicanos!, graduados o no graduados, con título o sin título de ciudadanía o herencia, quienes deberían de hacer un papeleo más complicado, costoso y engorroso… Te sonríes ante esta irónica paradoja de las leyes fronterizas porque de cualquier manera tú ya estás en Hermosillo para seguir el festejo interminable de graduarse a cada instante de la universidad de la vida...

    (*) Del libro De viaje en Mexamérica. Crónicas y relatos de la frontera. Student Edition // Edición Escolar. Lecturas y ejercicios en español para hispanohablantes en Estados Unidos. 159 páginas. Monterrey Park, California, USA. Izote Press, 2014. Más información en: http://manuelmurrietasaldivar.com/libros/De_Viaje_en_Mexamerica.html

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