¿Será mi destino ser mucama
de hotel al cruzar frontera,
vendedora de flores en la esquina
niñera de infantes ojo azul
o cuidadora de ancianos platinados?
¿Terminaré demacrada
en un campo de cultivo
arañando uva en Napa Valley,
lechuga en Yuma, manzanas en Oregón
calabaza en Stockton
envenenada por los plaguicidas de Salinas?
--Caemos desmayadas por el calor extremo
desde un árbol de naranjas,
a pesar de la protección del United Farm Workers
o no nos levantamos
jaladas por las fresas de San Joaquín Valley.
--Sedientas vamos
sobre las espinacas de Coachella
(que nunca compraré en el supermarket)
mientras los teenagers se divierten
en su indiferente music festival.
--O acabamos exhaustas
tras hacer la limpieza
de cinco o seis recámaras, siete baños
(no hay que olvidar a las visitas)
dos cocinas y living rooms interminables
en la mansión amurallada.
¿Qué opciones tendré
en mi American Dream
al que acabo de llegar
y me jalan o empujan sin control
esos granjeros,
farm owners industrializados
magos del marketing
y del fertilizante químico?
¿Acaso solo seguiré la ruta
de los esclavizados brazos
que van de campo en campo
levantando verdura
para las cómodas bocas
de USA and the rest of the world?
¿Será ese mi ciclo ancestral
que inicia en Michoacán,
Zacatecas, Jalisco o Centroamérica
y acaba acá, en el American Southwest,
ganar el dólar con mis brazos
y dedos ampollados
impregnados de tierra,
clavos de espina o ramitas secas?
¿No podré romper lo que me imponen?
¿No podré seguir los pasos
de aquella niña rubia,
bien vestida y alimentada,
que entra a la High School por las mañanas
después de bajar de ese bus amarillo
que incesante pasa
frente al campo
donde yo cosecho a diario
camotes o sandías desde las 5 AM?...